Los procesos cognitivos implican pensamientos, ideas, juicios y una serie de análisis que la mente realiza a partir de los datos de observación y de su historia.
Los pensamientos, como las emociones, son parte de nosotros mismos. Por tanto, deben ser aceptados y observados. Pero los pensamientos no nos incluyen como totalidad, de forma que la identificación con los pensamientos es un error de apreciación.
Los pensamientos y toda la mente deben ser observados con la misma ecuanimidad y desapego con la que se observa la respiración, las sensaciones corporales y las emociones.
Cuando aparezca un pensamiento, la atención del meditador debe dirigirse hacia la observación de su creación, desarrollo y desaparición.
El pensamiento no es el yo, ni la identidad, sino uno de sus contenidos. Rara vez aparece un pensamiento aislado, sino que aparecen varios de forma conjunta. Todos deben ser observados con ecuanimidad.
No es raro que el meditador se pregunte a sí mismo sobre el sentido de lo que hace, del objeto de la meditación, etc. Todos estos pensamientos deben ser observados como tales aceptándolos, pero sin identificarse con ellos.
Más tarde o más temprano, la actividad pensante disminuirá hasta dejar en su lugar el silencio.
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